miércoles, 19 de diciembre de 2012

Me da pena

No me gusta que estén fusionando bancos. No me gusta que hayan desaparecido las Cajas de Ahorros. Me entristece ver alguna oficina bancaria cerrada cerca de casa.

Siento que haya tanto empleado de banca que se vaya a quedar en paro. Es posible que sean muy pocos los que se queden en paro, se recolocaran, se prejubilaran…

No me gusta tanta fusión, tanta desaparición de oficina, ni desde el punto de vista racional ni desde el emocional.

Desde el punto de vista racional pienso que si los bancos y cajas nos han estado apretando el cuello, ahora que van a ser cuatro, no se conformaran con apretarnos el cuello, intentaran ahogarnos. Van a tener demasiado poder, muy poca competencia. No me gusta.

Las cajas de ahorros habrán estado mal gestionadas, pero realizaban una cierta labor social allá donde se encontraban. La mayor parte de la gente trabajaba con las cajas, esa es mi impresión. Se las han cargado. Y fusión tras fusión, tendremos que bailar al son que tocan cuatro.

Desde el punto de vista emocional también siento una cierta tristeza. Paso por delante de una sucursal que han cerrado y cuyos cristales han pintado por dentro para que no se vea la bajera y me entra una cierta desazón. El saber que era el lugar de trabajo de unas personas jóvenes, algunos de ellos con hijos pequeños. Personas que estaban tranquilas porque tenían un buen puesto de trabajo.

Últimamente estaban más inquietos, sabían que se iba a cerrar la sucursal, tenían una ligera idea de donde los iban a recolocar, pero también sabían que todos los que estaban trabajando ahí no podían seguir en plantilla.

Me da tristeza y rabia que haya tanto paro, creo que se debería hacer lo imposible porque nadie que quisiera trabajar estuviera en el paro.

Me entristece especialmente, en estos momentos, que haya tanto empleado de banca que se quede en paro, que se tenga que prejubilar aunque no quiera, que se quede sin hacer algo que le hacía sentirse importante, algo que le permitía desarrollar sus  conocimientos, sus cualidades, algo que le permitía tener suficientes ingresos como para poder vivir con un cierto desahogo.

Sin embargo, no deja de rondarme por la cabeza, todo el daño que han estado haciendo muchos de los que ahora se van a quedar sin trabajo. No todos, supongo, pero muchos sí. Muchos de ellos han estado encajando productos a la gente sabiendo que les estaban haciendo mucho daño. Supongo que una buena parte de ellos lo habrán hecho para ganar más dinero vía comisión, porque tendrían que cumplir unos objetivos… Desde luego cumplían órdenes, pero parece que han sido muy obedientes y que no han mirado a los ojos a quien tenían delante sino a quien tenían por detrás. Y ahora muchos de estos que no han tenido mayor inconveniente en robar para sus jefes, reciben un “vete al paro” por parte de sus jefes.

Tienen que sentirse muy mal, y los demás, la mayoría, también nos sentimos mal por ellos.

Relaciono de alguna forma este sentimiento con la pena que sentía una amiga mía por el marido que le había hecho la vida imposible y la había dejado.

Sentía pena por él.

No se había podido portar peor con ella. Ella estaba rota y repetía que le daba mucha pena él. En un momento determinado alguien le dijo que no quería volver a oírle decir esa tontería, que no dijera que le daba pena él.

Nunca entendí que había visto en dicho individuo para estar tan colgada por él desde tan joven.  Salían juntos desde el bachiller, y aunque sacaba buenas notas, hizo la carrera de periodismo sin problemas, encontró un trabajo bien remunerado…. Creo que hacía falta tener muchas ganas de salir con alguien para salir con él. Ella estaba  muy enamorada de él desde muy joven. Tonto del todo no era, pero tenía una buena dosis de vulgaridad. No me refiero a que fuera grosero ni a que fuera humilde, ni que su familia tuviera o no tuviera, sino que era alguien que me resultaba “corriente” en el peor sentido de la palabra. Quizá me resultaba “corriente” porque era una persona que se ponía por delante de los demás, porque no tenía muy en cuenta los sentimientos ajenos, si no era para sacar provecho de ellos y además era algo que no disimulaba, algo que se le veía.

El calificativo “corriente” lo he oído muchas veces para decir que alguien no tiene nada de particular, nada que destacar, creo que su sinónimo puede ser vulgar.

El caso es que mi amiga siempre había estado colgada por el que fue su marido, el padre de sus hijas y quien ahora es su exmarido desde hace muchos años.

Le ofreció todo, cualquier cosa con tal de que no la dejara, pero la dejó. A ella y a sus hijas, la pequeña recién nacida. Fue cruel con ella y con sus hijas. Y mi amiga en su dolor, en su desesperación decía y repetía que sentía pena por él.  Tuvo que buscarse un piso, vivía sólo, su familia no le apoyó y sentía pena por él, a pesar de todo lo que le estaba haciendo. Al menos, eso es lo que conseguía verbalizar: Me da mucha pena y lo decía llena de sufrimiento. ¿ Era digno de que se sintiera pena?

Probablemente, de algún modo, por no haber sabido valorar lo que tenía, por sentirse frustrado por no destacar especialmente, por destrozar su familia y a él mismo.

¿Había otra? Sí, había otra, 9 años mayor que  él, con dos hijas, que no eran las suyas, y la relación duró aproximadamente un año. En realidad no había otra, utilizó a otra para terminar de destruir a su familia.

Destrozó su vida y  se llevó por delante la vida de su mujer y la de sus hijas.

Y a esa pena que sentía mi amiga por semejante individuo le veo un cierto paralelismo con la pena que siento por tanto empleado de banca, que después de haber destrozado a tanta gente, se ve ahora en una situación laboral, económica precaria.

Supongo que no tiene mucho que ver, pero al fin y al cabo es sentir pena por alguien que ha estado destrozando a los demás.

En cualquier caso, la pena que sentía mi amiga por su marido, venía acompañada de una destrucción de su forma de vida. Tuvo que hacer un montón de papeles, vio como su casa se iba vaciando de un montón de cosas que consideraba suyas, pero que al repartirlas se las llevó él. Tuvo que ingeniárselas para aumentar su jornada laboral y tener que atender a sus dos hijas con menos tiempo disponible para ello… y sentía pena por él.

Ahora, siento pena por los que trabajan en los bancos. Doy por sentado que al reducir el número de oficinas, muchos empleados perderán su trabajo. A lo mejor me equivoco, pero parece lo lógico, y me da pena. Pero no parece lógico hoy en día prescindir de los bancos, casi todos los recibos están domiciliados. No es muy normal que sea un servicio del cual se pueda prescindir. Sin embargo, ¿Dónde está la competencia? ¡Dan miedo!

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